Todo comienza en la necesidad de ser "escuchado", de expresar nuestras ideas, opiniones y experiencias ante la evidencia de que tan solo el silencio puede comunicar de una manera penetrante y profunda. Para ello nuestro “cuerpo silencioso” se convierte en una herramienta fundamental como soporte y entidad del mismo.
La disciplina del arte de acción o arte en vivo, en la que el artista se implica físicamente e implica al propio asistente o estipulados en dicha obra, cimienta su razón de ser en el espacio-tiempo y en la presencia como principios desde los cuales se conforma. Es una llamada a la reflexión-observación en continuo movimiento y en continua interacción con el asistente, es un mensaje codificado e inmediato, en el que el cuerpo, a modo de carcasa, interviene como medio de emisión de dicho mensaje sin la intención o pretensión de identificación-correspondencia, o de oposición-contraste por parte del artista. Podemos decir que a priori es un arte sin posibilidad de lo subjetivo en el asistente. Esto nos lleva a pensar que al contrario que en otras disciplinas artísticas como lo son el teatro y la danza, el arte de acción solo puede comprometer al cuerpo del asistente, invalidando la mirada introspectiva y emocional, para generar experiencias somáticas directas. La funcionalidad entonces del cuerpo es vista como medio de aprendizaje experiencial a través del cual recibimos las sensaciones y percepciones provocadas por la obra, acaeciendo tanto en el artista como en el asistente. Los máximos exponentes de esta concepción serían Body art y Happening.
El cuerpo del performer es un soporte físico expuesto a la mutación, el aprendizaje y el intercambio. Es sometido a la experimentación sensorial generando así un proceso informativo que opera en el silencio compartido durante el desarrollo de la obra, ya sea éste soporte empleado como vehículo ejecutor o receptor de acciones. Al efectuarse el intercambio del proceso de experimentación quedan vinculados el artista y el público dentro de un sistema de retro-alimentación informativa; el cuerpo experimenta el momento de la acción traducido en percepciones, descodificando o clasificando la experiencia para hacerla patente en nuestra inteligencia corporal, emocional y mental. A través de no interferir en el mensaje experiencial con deducciones, opiniones, y demostraciones intelectuales, sino dejando limpio el canal de información-silencio, se alcanza el mensaje que late en cada acción ejecutada, dando paso al entendimiento o a la intuición del significado de la misma. Este proceso operaría cada vez que el artista expone su trabajo a través de los actos desarrollados en su silencio objetivo. ¿Y por qué en la acción silenciosa?
Es manifiesto que cuando interviene la palabra, en su expresión puramente formal, la parte izquierda del cerebro se activa para hacerlo posible, entrando en funcionamiento procesos de analítica, lógica y estructura que podrían interferir en el mensaje intuitivo y holístico que se genera en el lado derecho del mismo. No ocurriría esto con la deconstrucción del lenguaje ya que pasaría a formar parte de la expresión sonora de la palabra ininteligible. Con esto se pretende vincular al cuerpo del performer con el indispensable silencio objetivo, creador de metáforas y realidades, ya que el artista es conocedor de la dificultad que entraña la comprensión de su trabajo, y es por ello que recurre, y ha recurrido crónicamente a la acción silenciosa para facilitar dicho entendimiento. Digamos que el artista ha sabido ver e intuir desde los comienzos de esta disciplina, cómo se obtiene el interés real y la curiosidad de los asistentes. Ha provocado así, el nacimiento del cuerpo silencioso.
De esto último podríamos interpretar, que el querer hacer entender es no haber entendido que el proceso de comprensión se produce en base al silencio.
Añado también una cita Aristotélica por si pudiera inspirar alguna epifanía al respecto: La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia.